Trastorno afectivo estacional
Como ya habíamos explicado en el artículo dedicado a la astenia primaveral, para algunas personas los cambios estacionales son sinónimo de alteraciones en su estado de ánimo, que en ocasiones llegan a producir una interferencia en su vida cotidiana. Hoy nos centraremos un poco más a fondo en aquellos casos en los que los síntomas depresivos aparecen con la entrada del otoño, agravándose en los meses de invierno y produciéndose una recuperación con la llegada de la primera. Nos estamos refiriendo al denominado trastorno afectivo estacional.
¿De qué se trata?
El trastorno afectivo estacional se define como un tipo de depresión (de carácter leve o moderada) que ocurre en una época determinada del año, especialmente en los meses de otoño-invierno (1). Es un trastorno con una mayor prevalencia en mujeres (lo desarrollan con una probabilidad 4 veces mayor que los hombres) y su edad de inicio es la adolescencia o principios de la edad de adulta. Se estima que 6 de cada 100 personas pueden verse afectadas por este problema, según Víctor Alcázar, psiquiatra del hospital Sisol de San Martin de Porres (2)
Los síntomas más característicos son de tipo depresivo (tristeza, aislamiento social, tendencia al encamamiento, apatía y anhedonia, hipersomnia, aislamiento, fatiga y dificultades para concentrarse), pero de carácter leve o moderado. Las primeras manifestaciones aparecen de forma progresiva y lenta a finales de otoño y se mantienen en los meses de invierno. Se suele repetir de forma cíclica año tras año, estableciéndose períodos de mayor o menor intensidad.
¿Cuál puede ser su causa?
Según los últimos estudios e investigaciones el trastorno afectivo estacional coincide con la falta de exposición a la luz durante los meses de otoño e invierno, lo que implica cambios hormonales y de neurotransmisores (3). Tal y como explica el psiquiatra Víctor Alcázar, nuestro cerebro aloja dos sustancias químicas: la melatonina y la serotonina, que están implicadas en la regulación de los ciclos de sueño-alerta, la energía y el estado de ánimo. El cuerpo produce melatonina en mayores cantidades cuando no se está expuesto a la luz solar. El aumento de esta sustancia conlleva sonmolencia y letargo; la disminución de la serotonina se asocia a un estado de ánimo más bajo.
Para algunas personas, el hecho de que se produzca de forma cíclica y año tras año, les lleva a «predecir» la aparición de los síntomas en la entrada del otoño, lo que puede predisponerles a volver a sufrirlo.